Trataba de menguar la pena de su orfandad, creaba bosquejos en lienzos de tela para vaciar el alma en color. Supo de penas desde la infancia. Don Gaspar y Doña Camila, sus padres, le heredaron una fortuna. El tío Don Agustin Pomposo, Tutor y padrino, era un leguleyo con una impresionante biblioteca que Leona amaba. La joven de 18 años estaría fascinada con la Literatura francesa, española, inglesa y alemana. Ampliaron sus ideas liberales. Y por si fuera poco, Don Francisco Primo de Verdad Y Ramos, y Fray Melchor de Talamantes y Baeza, precursores independentistas de Nueva España resistida a la dominación de 300 años, influirían en ella.
El Humanismo, La Ilustración, no le eran ajenos, habría que luchar por la libertad. Leona Vicario asumió su destino en pleno Siglo de las Luces. Era un ruiseñor enjaulado, cantaba en las Tertulias virreinales y cuando en un incidente ve a uno de los nobles sangrar, exclama: ¡Oh, toda la sangre es roja! No hay más azul digno que el de los celestes cielos… Y repudió con vehemencia los distingos de clases.
Un frustrado sentimiento por el español Don Octaviano Obregón, no pudo concretarse en matrimonio prometido, sería el ligero hilo que la alejaría de los parámetros de aquella sociedad entremezclada desde la Conquista y su hipócrita costumbrista.
El acto de barbarie en Chihuahua contra Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, fusilados, decapitados y excomulgados por la Iglesia, lejos de acallar el movimiento de independencia, lo sublevaron. Cunde la indignación a la que se une Leona. Enardecida de la Patria.
Conoce a un joven abogado, Andrés Quintana Roo, pero les niegan permiso de casarse, a pesar de contar con 23 años, edad de mayoría requerida. La razón, eran las sospechas de las tendencias libertarias del yucateco Andrés Quintana Roo. Ambos, contribuyentes de El Ilustrador mexicano.
Pronto es apresada y recluida en la cárcel de Belén por participar en el proyecto de la Fábrica en Tlalpujahua de producción de fusiles para la insurgencia. La Inquisición planeaba cortarle la cabeza en castigo a su rebeldía.
Escapa en 1813 de Belén, auxiliada por seguidores de Quintana Roo. Disfrazada de negra, la joven va a galope de caballo rumbo a Puebla, y Oaxaca, apoyada por el patriota José María Morelos Y Pavón.
Aquellos años de lucha y apoyo total a la Nación, la inmortalizaron. Leona y Andrés, en 1818, para entonces esposos, con dos hijas, aceptarían el indulto que varias veces desdeñaron. Es de las pocas mujeres que reposan sus restos en la Rotonda de los Ilustres.
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