Desde mi ausencia.
(No apto para personas normales o adaptadas).
Para los que estamos enfermos de nostalgia, la seducción está detrás de las palabras, incluso de las máscaras, que al fin y al cabo, es ahí donde habita el ser.
Intentaba recobrarme a mi misma, perennemente perdida bajo el yugo de la enajenación, de la angustia de estar viva, y me sentía atraída por una fuerza extraña, que me llevó a un inmenso oasis, donde supe lo que era la sed.
Los peores engaños existenciales.
Aparecen y desaparecen quimeras inesperadas, para enseguida sufrir la tortura de la separación; es así como desde la ausencia, desde acá, autónoma y con fuerza, resisto para no ser destruida por Phylos y Eros, nuestros padres, que son quienes sin quererlo nos joden la existencia.
Me di cuenta de ello al verte mágicamente abismado, a través de un límpido cristal; tejiendo de enredaderas y siemprevivas un perdón, intentando reconciliarte contigo mismo, con el mundo y con Dios.
Entendí que la hermosa puerta de roble que tenía enfrente, estaba nadamás para mí. Golpeé ligeramente la campanilla dos veces. No se abrió, eso me hizo desconfiar. Era la entrada al túnel del hipnotista empalador. Error entrar ahí. Había un letrero: “Si entras es tu responsabilidad”. Pero desde el destino teníamos esta cita. La cumplimos.
Cuidaba yo una pasada y frágil ilusión, a la que fácilmente se llevaría por los aires algún día, un inusitado soplo. Fue cosa de tiempo, lo presentí y sucedió.
Un trivial encuentro resistido.
Pasaron muchos soles, para que resultara por fin casual. Y atrapada en la red de mi desgracia al borde del precipicio fui a quedar. Amenazada por una hecatombe.
...mira que perder la ambrosía que llevamos puesta, lo único de lo que se es dueño.
Formé mi soledad escribiendo en diarios; ya sabes...querido diario... ¡como he terminado! escribiéndole a un monitor.
Realmente debo de estar muy enferma. Le conté a un sobrino que es médico y se rió, luego se puso serio, extrañado de verme irreconocida.
Me asomé mucho a tu vida y creí tocar tu alma, pero me equivoqué; a mi edad en contraste con la tuya, ¿tu crees?
Fíjate si no estaré muy emocional.
No podría reconocerte en la calle, sólo en tus libros. Y por seguridad así me quedo.
El día de nuestra cita ( que extraño que hayamos tenido una cita), me maravilló la mirada de un desconocido, tras los libros, a unos centímetros de mí. Esos ojos tenían destellos de eternidad...y me dejaron una losa en el corazón...nunca sabré quien es...
¿Por qué te lo cuento a ti? Tu y yo, en otras circunstancias, podríamos haber sido buenos amigos. Contradicciones que laceran. Amputaciones del alma que dejan huella, pero que sanan tarde que temprano.
Luchar entre la neurona y la hormona para rescatar algo de si misma, eslabones de la estabilidad perdida a causa del constante cambio, en una regresión pueril supuestamente solucionada. Aunque hay un refugio; queda la poesía como recurso, sobre todo para los esquizoquímicos.
Hilanderos de sueños.
Eso debemos ser los poetas.
Veía de reojo al maestro dormitar, y nosotros, bien tiesos; ya nos había comentado de una colega suya, la que de plano cargaba con su tejido. Y él, amenazaba con tomar un curso de tejedor si no cambiábamos.
En un taller de Literatura leíamos nuestros textos y así pasaron casi dos años. Los tedios. Algunos lograban la pulcritud en el hacer. Otros, mejor desertaban. Y yo, terca.
Pero un día me cansé, deje de acudir, era un receso necesario. La fatiga que da la monotonía, la deshonestidad.
Fui a otro lugar y el que dirigía al grupo era un bello joven que se llamaba Hemayé Argenis, que significa niño dorado; de oro puro.
¡Quien no quisiera que la mirada y la atención la dirigiera hacia uno¡
Volteó y me vio! Pero creo que lo hacia con todos. Había estrellas en sus ojos...algunos quedaban ciegos para siempre y otros lograban sobrevivir.
¡No lo hubiera hecho conmigo! tenía los poderes del encanto...
Realizaba su tarea...
Lección uno: ver de frente a las propias emociones. Emocionarse y emocionar.
Y luego hay que escribirlas sin miedo.
Dos: Ser honestos, sin máscaras de buenos o de sabios o de decentes.
Decía ese maestro- el poeta es un loco y a veces un pervertido que se atreve a soñar. Los otros, los cuerdos, son los que más abundan y los que más se parecen a las máquinas modernas. Como ellas, ni siquiera saben llorar.
Nosotros los poetas, siempre andamos en busca de algo; tras los imposibles si se quiere. Viendo a través del ser humano, nutriéndose de su mirar y queremos siempre más y más. Como si estuviéramos eternamente insatisfechos.
Amar, como única locura permitida. Desear, hacer uso de esa libertad. Entender porque todos los verbos están en infinitivo. No permiten diques, ni adormideras en los sueños.
Vine a contarlo porque quizá si nos desgarramos el alma, y descubrimos nuestra esencia, para lo que fuimos investidos los poetas, logremos cuando menos que nuestro maestro no se duerma.
Son las enseñanzas de quien recuerdo nostálgica: Hemayé Argenis, ese precioso niño dorado. Me enseño a volver a redescubrirme y ver hacia adentro de mi, y alegrarme del milagro de estar aún viva. Cuando lo evoco, simplemente concluyo, que por estos destellos, vale la pena este viaje por el mundo.
Y tejo, y tejo, y tejo antes de que llegue el invierno y se me congelen los sueños.
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