Sunday, November 20, 2005

Los Hombres del Túnel

Con detenimiento, y todo el cuidado que ameritan los llantos femeninos por causa de los hombres; lamentos de hermanas, amigas, vecinas y conocidas, solas como yo; que abundan a mi alrededor y que entiendo muy bien, porque me ha sucedido lo mismo, alguna, o varias veces.

Soy observadora aguda e irremediable admiradora de los hombres, incluso de los que están en el túnel...

-Son crueles. Las he escuchado muchas veces quejarse.

-Y con coraje dolerse ¡ ya no hay hombres ¡

O, creer en que todos son iguales, son malos.

-Y se están volviendo jotos -.

Pero con la filosofía que me regaló la vida, se que es inverosímil, y espero no ser apedreada por las mujeres, pero hago uso de la libertad y en ello discrepo.

Tengo hijos varones, a mi padre, hermanos, sobrinos, amigos y a mi propio e infiel ex esposo, al que dicho sea de paso aprendí a apreciar después de la ruptura, y a todos ellos son los mismos a los que veo inmersos y/o que pueden quedar atrapados en un túnel.

Y lo peor de todo es que alguna responsabilidad tenemos las mujeres que somos educadoras de nuestros hijos.

Larguísimo y amargo túnel. El que recorren seis hombres y aquí relatan con sinceridad su historia.

Por eso este libro. Allá ellos y ustedes si no lo leen.

Lo vio de lejos. Notó su angustia. Primero fue curiosidad, y luego despertó un volcán de emociones que creía dormidas en ella.

Parecía desesperado; luego él mismo le dijo que estaba frenético, y con sarcasmo repetía: soy un neurótico, lo decía casi fuera de sí, y al parecer con orgullo de conocerse bien. No sabes... no sabes, contenido repetía...como para ser entendido por el aire...no por ningún mortal

Olvidó por un momento que ella era la que lo escuchaba.

Sin rayar en la locura, una línea sutil le resguardaba.

La adivinadora curiosa, que por azahar del destino pasó a su lado y lo conoció, quiso abrigarle; pero también quedaría atrapada en el largo, largo túnel, para tan corta clarificación.

Golpeaba desesperado las paredes del sitio, y en lugar de salir chispas a causa del golpeteo, afloraban rimas, hermosos cantos de su aliento atormentado.

Ella lo percibía y quedó maravillada, atrapada en la red invisible de los atrapasueños y de las almas.

-Mira la salida, allá está- le decía ella, y señalaba la amplia rueda hueca por donde seguramente entró, y él, ensimismado ni volteaba. Cerraba los ojos ante el dolor humano aprendido ampliamente y por tenerlo aprobado.

A veces abatido decía con energía, ¡ estoy agotado!

Equivocado... desorientado desde siempre en el mismo sitio tan pequeño, sin poder salir para ser parte de la naturaleza, que fuera de ahí pese a todo, quisiera creer que hay.

La razón le dice que no, que es la misma cloaca dentro o fuera del mundo, pero más inmensa.

-Por eso me quedo aquí, -repite- son más seguras las paredes de mi lugar. Quedan aquí mis rosas, nadie las destruye y no entra ningún rayo demoledor a través del escudo fortificado de mi túnel.

Caminó la sacerdotisa que intentaba encontrar la cura para este mal, por el sendero del miedo, trémula, indefensa, pero, que otra mejor fórmula para salir fortalecida y encontrar el elíxir propio, concienzudamente buscado desde la soledad, e ir tras el, sin remedio.

Enfrentarse para comprender y que no duela, a quien necesita violentar, herir, humillar, para demostrar ser el mas fuerte, el tan temido Dios que nos castiga.

¡Desde cuándo éstas cuestiones que debieran ser sólo de amor y de sexo, lo más bello sobre la tierra, el más dulce lazo entre mujeres y hombres, son cosas de guerra!

Si los hombres conocieran primero el amor y después, mínimo a la par, al sexo, otra seria la historia. No habría pútridos túneles, ni hombres y a veces hasta mujeres en ellos inmersas...

Peggy Bonilla Castañeda

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