No iba sola, llevaba un compañero de 150 páginas en mi bolso de viaje.
Llegué a la sala del Aeropuerto que estaba atestado, todos espectantes a la partida. Alguien entre ellos se salía del contexto del lugar; de pie sin inmutarse, leía y parecía que ya llevaba hasta la mitad de su libro. No se notaba a nadie más feliz que ella; sonreía de vez en cuando. La envidie y recordé mi propio libro en el bolso. Había tiempo antes de partir, y comencé a leer...
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