En otras vidas tuve un sueño,
sólo uno: estar aquí
Esta tierra es mi tierra
Polvo soy, ciclo vital. Volví.
Puso el celular en despertador, pues supo que el día de mañana andaría como caballo lechero, lento y cabizbajo. Sonó la hora programada y se levantó. Salió sin lavar dientes ni cara por miedo a “torcerse”. Total, de mugroso nadie se muere, al menos eso creyó. ¿Seguiría dormido? Parecía que soñaba. La calle estaba desierta, limpísima como jamás la vio. Bueno, pero además no era su ciudad. ¿Dónde estaba, en qué momento viajó ahí? ¿Seguía dormido y era un vívido ensueño? Avanzaba, las botas parecían adheridas a su piel, no recordaba cuándo las abrochó y ni siquiera haberlas comprado. — ¿Qué jugarreta mental era aquella?— La confusión iba a hacerlo desmayar. Volteó hacia todos lados, buscando, sin encontrar a nadie. Creía estar solo en la ciudad. La explanada era inmensa, y eso agrandaba aún más el desconcierto.
Con un ápice de cordura captó el ambiente como inadecuado a su vestimenta que apenas si descubría, negra, imitación piel, delgada, sin provocarle alteración en la temperatura; dubitativo, bueno, no había tiempo para eso, descubriendo, llenándose de recuerdos… —¿qué actividad era aquella?— …el recuerdo…
Los cristales polarizados de los edificios le devolvieron una imagen y ya no pudo más. Había vuelto a suceder. Aquella vorágine que lo arrastraba al pasado, a donde no quería volver, y sucedió nuevamente. El era de otra dimensión. Escaló un nivel de conocimiento, crístico si se quiere. ¿Entonces, porqué no comprendía?
Se abrió una ranura en el techo que parecía cielo. Terminó la luz, y la oscuridad le hizo recobrar la conciencia. El infinito… Ah, por fin entendía. Otra vez esas regresiones a la vida terrena. Tardó mucho para poder acostumbrarse a ellas; él ya no era del mundo. Había lavado su cara sin fijarse en aquél cordón fatal, conductor de energía.
La ráfaga del viento que lo llevaría lejos, llegó, y él, se dejó transportar… ! Cuánta libertad !
Polvo oscuro en mil direcciones…
1 comment:
Siempre pensé que la pileta del baño albergaba una ciudad fantástica. Allá abajo, sumergida a través del caño del resumidero. Y quise viajar, pero antes debía adelgazar. Así pasó el tiempo, yo debilitándome por la falta de comida, el baño mutando de reformas. Y de los señores que gritaban mientras me frotaba con dentrífico, ni noticias.
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