Tuesday, June 24, 2008

Alocución II


Un amigo dilecto, a su regreso de España nos cuenta de las señeras calles del Barrio de los Escritores. Se percibe —dice— algo especial al ver la casa del quijotesco Don Miguel de Cervantes Saavedra, al igual que de muchos otros que vivieron de quimeras.

Terceros viajeros citan Hawai, Francia, Canadá, Italia. Distancias imaginarias de Paraísos encontrados. Luego ellos mismos vienen a Can Cun, La Paz, Acapulco, Veracruz, Ensenada, descritos por la publicidad como un edén que luego van y cuentan a los suyos. A la distancia está la verdad, brilla por lejana. Te acercas y se diluye ante tus ojos.

Yo a mi vez veré por fin la Isla Negra, lo recuerdo y me entusiasma pensar que pronto viajaré a conocer La Sebastiana y la Chascona. Valparaíso está en mis sueños. No nadamás a causa de Neruda. Nací en otro Valparaíso, ahí no es puerto, pero es un Valle impregnado de poesía. A causa suya, nací como soy, ajena a carros del año, a lipoesculturas y a tatuajes en la ceja, me niego a repetir el error de ser joven, pero corro afanosa tras el verso y la palabra, para delinear a la razón, como respuesta a las preguntas que me asaltan.

Existo, pienso y sueño, insatisfecha. A la espera de aquello otro que no ve nadie. Como si no bastara lo que tengo. Huyo, recorro caminos nuevos. En la huida, hay respuesta para todo. El círculo es una trampa, aunque dulce, del cual trato de salir. Al fin espíritu libre.

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