Huele a rico y picosito Menudo mi casa. Hay calorcito de hogar a diferencia de cuando traspaso la puerta y me aventuro. Dejó de llover y es tiempo invernal, de bufandas, guantes y calcetas, en esta parte de la tierra. Me dispongo a acurrucarme en un sitio favorito (despues de mi escritorio y la computadora), el mullido sillón frente a la tele. Nadie me lo disputa. El control es sólo mio. Ejercito mis dedos buscando, seleccionando a cuales historias asomarme en ese basto universo imaginario. Me dejo llevar por las emociones y a veces lloro cuando los finales no son del todo felices. Desde siempre, hay historias ajenas que me hacen sufrir. Como si las propias no bastaran.
Aunque se que hay un ordenador biológico propio que no se detiene. Onirica consumada. Desde ahi sueño, divago, compongo y descompo mi mundo. Cada instante que pasa por él es una vida. Pareciera que no hay regreso, pero suelo tener capacidades para recomenzar. Levantarme del equívoco, sin arrepentimiento de vivir esta hermosa vida. Suspiro desde este alto necesario que hago en el camino. Es cansado llevar piedras a cuestas, preferible tirarlas y recostarse sobre ellas...eso pretendo hacer, como nuevo propósito, con el saco pesado y lleno; descubro que son terapéuticos esos benditos guijarros a mi espalda. Que sean ellas quienes ahora me sostengan...
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