Visita celestial

Tocó a mi puerta “la verdad”. Su voz era joven y la mirada casi inocente, casi limpia. Evangelizar, su encomienda. Libro bien aprendido. Letanía repetitiva y acartonada. Me hablaban del corazón, pero no desde su corazón, de Dios, de la salvación. Del libre albedrío. Y de que somos una multitud en enseñanza, donde se nos dio un “Don de prueba”, para ver si somos dignos de estar en el reino de la iglesia de Jesucristo de Todos los Tiempos. La única, la mejor, la verdadera. Hágame el “fabrón cavor” Aunque ya entrados en la plática, me percaté que “todos los tiempos” se refiere a 200 años. Joven Doctrina. Tuve que cuestionar: salvación de qué, quién o contra quién…y salió a colación el demonio, el más viejo de todos los males. Asústame cadáver –pensé- si de por si, la Iglesia es un invento del propio hombre, para sojuzgar a como de lugar. Por el poder que da el miedo de los otros.
Existe el pecado, arguyeron. “Invento del mismo hombre” –contesté- Son amenazas de tener cada uno la verdad...pero todos la poseemos. Existe el mal –exclaman como perdiendo la paciencia- Claro, tranquilamente y sin prisa, seguí: está en tu corazón, en esa misma fuente de verdad. Al equilibrio del cosmos le es necesario. Como el día y la noche, así el mal y el bien…
-Cómo ponerse de acuerdo. Me detuvo en esto, la coincidencia de creer en el valor del libro. Aunque en este caso sea la Biblia. Editada mucho después de existir la primera imprenta. Y la cuestión de fé, de que un gran hombre vino y “dictó” su verdad de amor mediante la inmolación. Habrá que ver…quizá, la fe sea el verdadero vacío, que llena ese gran hacedor del universo…en el que si creo.
Eres agnóstica, dice mi hermano consanguíneo, Testigo de Jehová. -En la familia, una gran familia, tuvimos esa libertad de elección sobre creencias políticas o religiosas-. “A mi mis tunas…” desde pequeña les decía. Ni el estado, ni la iglesia. Ahí está el equívoco. Y alégale al ampayer. Yo iré a donde mi bisabuelo, a donde se fue mi abuelo, la abuela, mi madre, mis hermanos que también fallecieron. Pretendo volver a verlos por eso sigo en las mismas creencias de ellos. Discretos codazos sorprendidos entre si, dieron por terminada la visita que por primera vez en tantos años se dio. Nunca las aceptaba. Cualquiera tiene un “lapsus pendejus”. En mi puerta hay un letrero que dice: Ni Política ni Religión. Aquí somos apolíticos y ateos. Estamos en nuestro derecho.