Admiro la sabiduria del pueblo. Los taxistas recorren las calles día y noche, escuchan, observan, intercambian experiencias. Saben, conocen. Enseñan con su plática.
Me asalta el nerviosismo por lo que palpo; sube la ola del descontento. El hambre es la antesala del fusil, la desesperanza arroja al desposeido a la aventura de la muerte. No hay mucho que perder. Asi mueren los idealistas que creen en la Democracia y en la Justicia.
Los que parecían buenos se vuelven malos en grado superlativo. Son Dante, Lucifer, cabras de cola de chamuco, con patas de cuadrúpedo, con aparentes caras de querubines.
Simulaciones, dobles caras, contra las que hay que luchar.
"Desde Juárez a 1988 —dijo el hombre— y me deja meditando...
"La paz social no volverá sola, se tiene que reconquistar y estar dispuesto a morirse en la raya"
Aunque el juego perverso de quienes nos roban la dignidad sea precisamente ese, el del enfrentamiento; ellos son quienes hacen las guerras como su mejor negocio. "La cristiada vuelve a la carga, pero los crucificados somos nosotros. Tal es la perversión y el disimulo. El fanatismo que ofende a la inteligencia.
Dios se apiade de nosotros y a todos ellos no los deje sin castigo, hasta su quinta generación y/o a toda su decendencia.
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