Ayer fui a la aún ensangrentada Lomas Taurinas a pesar de los 15 años transcurridos y le pregunté al aire. Parsimoniosa y gélida tarde a pesar del equinoccio de la Primavera nos cobijaba del terrible embate.
Asi me contestó eolo mientras se elevaban cientos de globos blancos y dos palomas que se negaban a la libertad, pues regresaron a su jaula: el vió, y seguirá viendo —dijo—, refiriéndose a Luis Donaldo Colosio, el hombre, que de espaldas al sol que se iba lento, nos habló desde donde está, para sacudir nuestras conciencias...
Nos sigue hablando de lo que ve y seguimos sordos. México tiene hambre y sed de Justicia.
Helado viento, como nunca. A punto de la lágrima entonamos al Himno Nacional, sin dar verdadero sentido a las palabras que se escribieron.
El miedo al chupacabras nos mantiene silenciosos. Alguien ya vendió su alma al Diablo y por eso se sonríe como las hienas. El azufre esparcido en un día como ese 23 de marzo, ha salpicado a nuestro amado país. Cómo escapar de la salación?
Colosio vivirá por siempre. Estoico levanta su mano izquierda en señal de despedida. Nos observa desde la inmortalidad, tan pequeños...
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