La cima de monte Venus

Deseaba creerlo, si, que alguna noche o en algún momento, subirías por ese monte Venus perfumado de violetas.

Tal era el secreto sueño.

Te veías embriagado al llegar a esa cima, desfallecías de cansancio, de placeres.
Sonreirías y se te iluminaría el placido rostro, ceñido en ardiente abrazo a tu amada Mesalina. En momentos inefables, como sueles coleccionarlos. Como un esclavo ante su diosa. Sumergido, en un instante lleno de magia, de embeleso.

Pero ayer, ayer dejé de ser joven. Y ser vieja significa dejar de lado un poco los sueños, actuar c-o-r-r-e-c-t-a-m-e-n-t-e.

Ni siquiera exististe - me repetiré- eres alguien a quien he imaginado.

¿Y entonces por qué te recuerdo?

Tienes un nombre y lo repito, vehemente, gritando, cuando, para no parecer loca, me largo a los campos porque ahí pasaré desapercibida ante las piedras, las flores, a la hierba. Bajo un hermoso cielo plagado de nubes en borrega, de pájaros, de mariposas.
De sentimientos en guerra…

Grito desde mi corazón tu nombre para no ahogar mi pecho con él, e impío, goces destrozando mis entrañas; odias las cimas y los montes… lo he sabido.

¡Pero no existes!

Estarias en soledad, en perdición, encadenado, ajeno, cautivo a chamánico desvío.

No conozco tu voz, solo imagino, mesura en el hablar, varonil pasión en la palabra, derramando letras, pocas, pues quedarías en destrucción por tus cadenas.

¡Pero no existes! No existes, no existes, habré de repetirme. Pues de mirar otra vez el embrujo de tus ojos, seré esclava también, y yo me precio, de saber estar en libertad.

El hermoso colorido violeta de monte Venus, tampoco existió, todo ha sido producto de mi ensueño.

Tendré que despertar.

Ahora será fácil, más fácil que ayer, pues ayer deje de ser joven. Mi grito quedó a buen resguardo en el campo de los secretos.

Sonrío ahora, ya estoy en la ciudad y, a ti te imaginé.