Hoy jugué con el destino. Lo reto y me río de él.
Muy a propósito dejo crecer las canas. Recogí el pelo en un chongo. Corté mis uñas sin pintar. Me vestí como toda una señora, sobria y sin gota de maquillaje, pero es otro disfraz. Tengo que aprender a callar más, ser dueña de los secretos del silencio, no por desfallecimiento, por aceptación; ejercitar abstraerme del mundo. Desconectar los tenues hilos de la realidad para vivir el sueño. Dejar de lado cualquier presunción de glamour, adiestrar la memoria, tratar de enflaquecer las carnes un poco, para dar vida a un personaje nuevo. Si puedo con él es porque me habita, está dentro de mí… Cuántos más habrá en el interior sin explorar?
Sorprendí y me sorprendo con el tejido, práctica casi relegada. Penélope así logró reconciliarse con la razón. Juego a jugar con este juego de palabras. Me apasiono, quiero vivir momentáneamente esa vida nueva, de esa otra que asoma en lo profundo; adelantarme al tiempo quizá. Asumir que llega un fantasma que creí lejano. Lo huelo, lo reconozco, esta aquí, a la puerta de mi casa, trae otro nombre, pero soy yo…soy yo en la antesala del arrobamiento. Del olvido inconciente. Del final del círculo vital, y me abandono en este río que sigue su cause, casi siempre rumbo a un inmenso mar.
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