Cornudos
Caspitulo IV
de Los Secretos de la Doñita
En la antigüedad en los países nórdicos los gobernadores de las comarcas, por su condición, podían seleccionar con toda libertad a cuanta mujer desearan para fornicar, y cuando esto se producía, la puerta de la casa donde se encontraba el gobernador con la mujer elegida, era adornada con los cuernos del alce, en señal presuntuosa e inequívoca de su consumación.
Todos debían estar al tanto y aceptaban el hecho de buena manera. Si la mujer era casada, su marido mostraba felizmente a los vecinos el adorno, los cuernos, representaba un orgullo de que el gobernador estuviese allí.
De esta costumbre salió la famosa frase: Te pusieron los cuernos o Eres un cornudo, en referencia a esa costumbre nórdica.
Por cierto, aunque duela, adoptada de manera muy…consecuente por Latinoamérica. Bueno, haciéndose de la vista gorda, no exhibiendo los de buey, hasta es común decirse uno a otro, con toda libertad, wey.
Todos conocemos en nuestro caminar por la vida, una o varias situaciones parecidas donde rige el secreto de la Doñita. Aunque hay quien se atreve a etiquetarlo como enculamiento, ponen al sexo por delante. Pululan los ejemplos por doquier, ellos inspiraron estas líneas. Sin menosprecio, repito, acepten mis respetos.
Estuve a mi vez, confieso, al punto de convertirme en un molde del cual escribo, rasgando el alto cielo, atorándome en los marcos de las puertas por donde pasaba. Por circunstancias especiales, decidí mejor ser una observadora, convertirme en buitre, la que cuente de su proceso, del poderío ante ese bello espécimen llamado Hombre, disfrute de todas. Putas. Señoras. Doñas o Mujeres Libres como yo, y también eso tiene su encanto, porque de lejos se ven mejor los toros, para no ser alcanzadas por las cornadas.
Si bien hay muchas parejas disparejas a quienes les gustan las mancuernas y los ayuntamientos, no hay que negarlo, eso, asimismo cansa a la larga. Necesitan ayuda profesional por enfermiza costumbre; Allá ellos, ¿amuú...? ¿No creen? Y nadie soporta lo que no es capaz de soportar.
Espero hasta aquí entiendas el asombro que despiertan a nuestro alrededor y el porque van de la mano dichosamente una gorda y un guapérrimo; un gordo y una belleza. Un viejo y una joven. Etcétera. Son valores entendidos entre ellos, afines en el duplo.
Dicen que son necesarios los terceros y hasta los cuartos, —incluso los de Hotel—, para ser felices en la vida matrimonial. ¿Será? Haberlo dicho antes… Demasiado tarde ya. Probé la libertad, como dicen las canciones y los poetas y me gusta. Ahora amo como aman los poetas… (Los quise dejar con dudas, pero mejor aclaro): Nunca confiaría en el amor de un Poeta, están enamorados del amor, por eso son solos…
La Libertad e independencia es nuestro máximo valor. Aunque entendería el desdén de él o ella y en quien provoque algún menosprecio al asegurar esto. El ardor de Inés…se calma con los años. Segurito. Nada es para siempre.
Para entonces hasta el Don suele agradecerle a su Doñita las almohadas puestas en mitad de la amplia cama, —la más grande—, para separarse, obsérvenlo y díganme si miento. Cuando se termina el romance de pareja con el pretexto de los estruendosos e incómodos ronquidos y los manotazos nocturnos involuntarios.
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