Friday, September 04, 2009

Los Secretos de la Doñita

Vende caro tu amor
Capitulo IV

Venderse caro no es una felonía, es una meta, cotizarse bien… ¡pero a que precio! Poner la conveniencia por delante. Las jaulas de Oro son el resguardo de nuestras Doñitas.
Esa es la diferencia entre las mujeres que no aprueban las asignaturas en el camino de aprendizaje, traducidos en fracasos matrimoniales, (experiencias, prefiero decir) y/o las que se Diploman.
Las otras, las reprobadas, el rival más débil, ellas realizan un doloroso y poético vuelo hacia la libertad…apéndice de la misma historia…
El Ideal de la Doñita es inventarse algo que no es, alterar la realidad transfigurándola, a causa de ser una verdad tan espinosa.
Casarte bien, llevar la fiesta en paz. Mantenerse así a costa de quien sea. Lo que ocurra después tras las cuatro paredes no debes sacarlo a la luz. Encerrar la verdad. Defender el predominio del dinero, al del sentimiento. Heredar ese patrimonio a los hijos como lección aprendida.
La importancia del tener, no del ser. Porque en verdad os digo que las cosas materiales si son parte de la felicidad. Aunque tampoco signifique un todo en la vida.
Dígase resignación, equilibrio y/o sometimiento, el asunto es que en la sociedad vigente, la importancia y valor que constituye el matrimonio se sustenta gracias a que tiene sus reglas. Cuando se termina el amor — dicen los que saben, dura los primeros y algunos escasos años del matrimonio—, y darán pie para que sea necesario renegociar el contrato.
Debe compartirse el Poder dentro del matrimonio y el principal punto es no dejarte. Ninguno debe predominar dentro de él.
No se trata de ver quien jode a quien, es necesario equilibrar fuerzas. Porque entre más te agachas, más te lo ven… refiriéndome a ambas partes. Ni sumisas ni mandilones.
Y al Toro se le toma por los cuernos… al fin y al cabo ya se dejaron de querer, bueno, de amar apasionadamente, porque también quieres a tu perro, tus plantas, los vestidos, el fútbol. Entonces cuando ya no hay Pasión, ni coraje da.
Lo que no puede perdonarse es que él o la infiel sean pendejos; y créanme, en eso llevamos las mujeres la delantera; o sea, déjenme explicarme bien, no hay que permitir bajo ninguna circunstancia ser desenmascarado.
Puede entenderse que lo prohibido hace daño, sin embargo es lo que más nos atrae, pero todo con medida, como el agüita que venden gobiernos permisivos, que marea, ataranta y hasta nos hace voltearnos de las tripas al revés. Léase: guacarear…
El mimetismo es un fenómeno que se da con los años de convivencia entre las parejas. Segurísimo que el uno es el reflejo del otro. Terminan pareciéndose y al lograrlo forman la pareja perfecta.
La mamitis, hermanitis, abuelitis, jamás es superada del todo por el infiel. Condicionante del hombre que cree merecer todo sin el chistar de nadie.
Así lo educaron, para ser patriarca, como todo un macho. En especial las madres, aunque nos duela, somos quienes educamos y fomentamos el machismo y también seremos quienes lo suframos.
El relajamiento moral es el ordenador común de las parejas de este tipo. Todo es permisible, hay holgura y perdón, siempre y cuando lo confieses a un cura y te absuelva, entonces ya puedes comulgar los domingos o en su caso, tomar el pan y el agua con feligreses de la iglesia de tu predilección.
No es burla; claro que la condición es que te arrepientas de verdad y no lo vuelvas a hacer. Aunque dicen que perro que come huevo, aunque le quemen el hocico y lo seguirá haciendo.
Como decía el brillante Psiquiatra Rafael Uclés, Nada es malo, sólo el escándalo. Las Doñitas son las que sostienen nuestra sociedad. Son importantes, sin duda alguna.
La Doña y el Don, a todas luces son manifiestos triunfadores, pero encierran detrás de todo eso, verdades y mentiras que han cambiado cada vez en mayor medida y para mal al transcurrir del tiempo, en detrimento de nuestras familias. Matrimonios de membrete. Hasta que la muerte los separe.

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