El calor es soporìfero a morir y el monòtono trajinar de los vagones del METRO a cualquiera hacen dormitar.
Entreabro los ojos y veo al vecino de asiento leer el Periòdico. Maldito lo que me importa aquella foto de Sociales; Lucero y Mijares se casaron... Decìa la reseña de la Boda.
Prioritario era que no alcanzaba el salario... Separada y con dos hijos pequeños, sin un lugar propio para vivir...
Surge el sobresalto. Cruel. En la misma pàgina, otra fotografìa tuvo el poder de burlarse de mi tristeza. Mi aùn esposo y esa otra...junto a dos parejas, todos sin sonreir a la càmara, no advertìan imsensibles el estupor que causaban.
Siempre crei que las quitamaridos serìan sofisticadas y en cambio esas, —de seguro son iguales— asì razonaba mi amargura, estaban ahì, con su mirada ladina, de lobas con disfràz de oveja...
Sola, entre la multitud, lìvida, con la mirada perdida, de manera incontrolable, silenciosa, asomaron làgrimas resbaladizas humedecièndome la cara petrificada.
Observaban —sin percatarme— con piedad otros ojos a los mìos. De aquèl joven del periòdico, nunca sabrè cuàn profundo pudo ver en ese dolor que quemaba; a èl, igual le provocarìa inexplicable llanto de sòlo verme y adivinar, mientras se abrìan las puertas del vagòn y yo seguirìa un destino dificil que poco a poco se transformarìa...
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