EL LABERINTO DESCIFRADO
DE PURA SALCEDA
Carlos Morales
Fue Basilio Rodríguez Cañada –uno de los laberintos más inteligentes y habitables del mundo editorial español– quien, de la mano de su prestigiosa colección Fugger, nos puso sobre la pista de Pura Salceda. Como otras muchas de las rescatadas del silencio por este editor de ley, la voz de esta mujer nacida en México de padres gallegos en 1961, pero que ha vivido desde su más temprana infancia en Cataluña, se sumó de inmediato a ese largo collar de joyas durante demasiado tiempo sumergidas que, por encima de su diversidad estética, han hecho de su aparición tardía un gesto disidente ante la marea rehumanizadora con que los «partidarios de la realidad» de su propia generación dibujaron los perfiles canónicos de la poesía española contemporánea desde los comienzos mismos de los años ochenta.
Tal vez, el principal argumento de su disidencia, inaugurada por esos primeros y transgresores Versos de perra negra (2005) que la autora editó en plena madurez personal y con los que dio comienzo su vida literaria, ha venido dado por su firme voluntad de liberar las distintas emociones humanas que han sustentado desde entonces su geografía poética del peso de todo contexto histórico concreto y, de un modo muy particular, de las ligaduras con la cotidianidad urbana que para la estética del realismo dominante se había convertido en el único marco posible de toda escritura. Esa renuncia a la historicidad de la emoción, que procura acentuar su universalidad y convertirla en un reflejo de la experiencia vital de los hombres y mujeres de cualquier tiempo, no se ha roto en modo alguno en La mirada de Astarté, porque la incorporación al lenguaje poético de referentes míticos de la antigüedad semítica o helénica –una de bestias negras contra la que los poetas de su generación fueron más beligerantes– no es un brusco viraje melancólico hacia los paraísos de un tiempo lejano que ya no podremos vivir, ni tampoco un modo de rescatarnos de la decadencia y de la mediocridad de este tiempo presente que nos mata, sino un modo simbólico de acentuar el poder regenerador y fértil de la emoción amorosa.
Llegados a este punto, conviene resaltar que, con La mirada de Astarté, Pura Salceda ha cerrado el círculo abierto por los Versos de perra negra, alejando el “yo poético” de la abrasadora experiencia de la sumisión para glorificarlo ahora en la no menos ardiente experiencia del dominio. Nada queda ya de la “cometa dócil encadenada al cielo”. La “perra negra como negra es la noche” que se arroja a “los pies de su amo” ha dejado paso a una Astarté que es “la que lucha, la que vence, la que cabalga río arriba, la que galopa en el río de cantos negros” y la que, tras atravesar un cielo “largísimo y oscuro”, se sabe “sombra que todo lo ilumina” y se siente capaz, con su “mirada caliente”, de otorgar a las cosas un nuevo resplandor, un nombre nuevo, una nueva conciencia de la vida.
Sin embargo, y aunque con La mirada de Astarté irrumpa en el mundo poético de Pura Salceda con un protagonismo que en su anterior poemario nunca alcanzó a tener, la experiencia de dominio no es ahora por sí misma, como tampoco lo fue la sumisión, la llave que nos permite interpretar la visión amorosa que la autora nos propone con sus versos. Muy en la línea de la mística amorosa judía, la capacidad regeneradora del amor ya no afecta sólo al ser amado que recibe el impulso vital de la palabra convertida ahora en “mirada caliente”, sino que vuelve de nuevo del barro transformado a la misma mano que, por amor, lo moldeó: “remonta río arriba”, y fluye hacia su creador para fecundarlo sin remedio en un incesante camino de retorno. “Desnudé mis pies para tu boca. / En ella, mi danza se calza / con las notas esta imperfecta partitura”…Este ir y venir del poder amoroso, que tanto nos recuerda a ese “dios deseante y deseado” de Juan Ramón Jiménez que crea y se transforma en su propia criatura, es, en realidad, el gran protagonista de La mirada de Astarté, la clave que nos permite acceder a la experiencia amorosa como un “laberinto descifrado”.
Con él, Pura Salceda ha dibujado un lienzo de barroco dinamismo y extremada sexualidad, en el que los amantes emergen de la noche y de lo oscuro para enfrentarse el uno contra el otro como si creyeran que el amor y la vida sólo son de quienes los combaten, tal Jacob y el Ángel. La autora ha renunciado así a toda reflexión, para arrojarse –y arrojarnos– a unas visiones vertiginosas de la gloria y del abismo. Está, en cierto modo, en la naturaleza de las cosas que, al intentar dibujar ese abigarrado y constante mundo de acción radical que es el combate amoroso, la autora haya recurrido a un lenguaje poético cargado de expresionismo y de irracionalidad, pero lo que en verdad nos la muestra en todo su esplendor son esas imágenes, metáforas y evocaciones que, aquí y allá, como repentinos fogonazos de luz pacificadora que se adentran sin pedir permiso en un escenario de báquicos excesos, nos recuerdan que la poesía es –la poesía que importa– el sagrado territorio de lo inesperado. El mismo territorio al que Pura Salceda nos invita a entrar ahora sin protección alguna, como a un placer privado en medio de la noche
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(Prólogo de A ollada de Astarté. editado por la colección Espiral Maior de Poesía en 2007. El lector puede aventurarse por la breve antología de la obra poética de Pura Salceda que El Toro de Barro ha editado en otro lugar de este mismo espacio, o acudir directamente a su propio blog, que por su calidad estética te invitamos a visitar por medio de este mismos enlace:
http://sintagmainblue.blogspot.com/)
2 comments:
Queridísima Peggy:
Vaya prólogo el del libro de Pura Salcedo.
Te tomo la palabra y vuelo a darle un vistazo de pájaro a la antología que desde ya se me antoja soberbia.
Sigues en mis pensamientos y por supuesto en mi corazón, aunque no frecuente el blog, nuestra amistad será imperecedera.Algún día he de tenerte por Oaxaquita la bella.
Besos
Glups... ¿y qué digo yo ahora?
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